El Milenio y otros poemas

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"El milenio y otros poemas" explora la vertiente creativa del ser humano como ser capaz de fundar su propio destino. Con un estilo que evoca a los grandes maestros de la poesía, como Whitman o Hölderlin, el autor desarrolla una plástica del pensamiento y su facultad de, por obra de una voluntad desconocida, transformar el mundo a su imagen. El ser humano se presenta, ante todo, como un ser creador que debe conocerse para hacer consciente su poder innato.

 

 

 

LA IDENTIDAD HA SIDO DESCUBIERTA

(fragmento)

 

Respiro en el límite encantado de la noche desvaneciéndome,

Alrededor de un fuego vagan silenciosas las siluetas de las sombras amadas,

Busco mi centro mientras giro velado y oscuro detrás de ellas,

El torbellino envuelve la tierra del interior oculto, desnudo que nos ilumina.

 

Una caverna misteriosa de formas libres se ha concebido,

Sus paisajes salen de mí, y a veces en espacios me confunden los labios,

Se entrega a la pasión mi sangre y su vino no sabe otra cosa del mundo,

Mi fortaleza es comprender que estas cosas suceden y algo en mí se queda.

 

Se retuercen los cerrojos al soplo del límite que los funde en espirales,

El camino transita entre rocas de sombría majestad congelada,

Las olas traducen en formas los designios del fondo presentido.

 

Penetrado el velo de la carne al temblor sujeta, se deshacen gimiendo los enigmas.

 

La Palabra está quieta, aguardando, como salida de nosotros,

Aunque su cuerpo fue primero que los brazos y los senos que nos despertaron.

Dichoso fue el nacer, infinito en su verbo indeclinable, para que el mundo fuese comprendido.

 

Cuesta recordar, en el miedo exiliados y en el deseo sumergidos sin que los ojos vean,

Divididos nos buscamos sin encontrarnos, entre partes de emoción arrojadas cada vez más lejos.

En la huida siempre perdemos el camino, porque no aceptamos lo que nos pertenece.

 

Golpea la piedra, corazón, hasta que brote el agua que nos sacie,

Pues todo lo que fuera brilla estuvo un tiempo dentro de nosotros,

Y alejarnos de lo vivo fue perdernos.

 

Sobre una mesa gravitaban elementos en el silencio expectante;

Compartíamos la dicha de nombrarlos, aunque no sabíamos para qué servían.

 

El pan y el cuchillo, ambos maestros, mientras los hermanos nos mirábamos,

Mientras los padres nos cortaban el sueño y nos repartían el alimento diario,

Mientras nos enamorábamos de aquel presente temporal que envolvía los rostros y las manos.

 

Y en la naturaleza de tierra firme, ecos de la felicidad reinaban.